No hay sólo dos tipos –vaginal y clitoriano–, como hasta ahora se creía. El del bonsái, el estereofónico, y el ojogasmo, son algunas de las formas de culminar con éxito una sesión amorosa
Un baile entre sábanas con una vieja canción. Al compás, sin estrépito, avanzando al tempo, soto voce, in crescendo. Él se sabe la partitura y ejecuta cada nota con precisión, sin prisas, sin pausa. Ahora una blanca, después la negra… Ella reconoce sus movimientos… Corchea, semicorchea… Queda atrapada en la espiral de su clave, improvisando estribillos entre las caderas. De pronto, el mundo se para y toda esa tensión sexual se descarga gimiendo, llorando, e incluso riendo. Porque no siempre es necesaria una batalla encarnizada para culminar de forma triunfal.
De hecho, muchos son los mitos, y mucha la ignorancia que circula sobre el orgasmo. Y también conceptos «pasados de moda», según señala Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (SEIS). Ya no se lleva eso de que las mujeres tienen «dos tipos» de orgasmo: el vaginal y el clitoriano. Lo que no quita ningún peso de encima a los hombres que, en la mayoría de ocasiones, se ven «obligados» a ejercer de jornaleros del sexo con tal de que su pareja gima de placer. «No es necesario estimular el clítoris para alcanzarlo. Abrazándose, besándose o estimulando los pezones también se llega al orgasmo», explica Lucas.
Sonia, a sus 37 años, explica que «el que recuerdo con mayor intensidad, fue consecuencia de un reencuentro. Él era un gran amante. Me conocía a la perfección. Sabía en cada segundo qué esperaba mi cuerpo de sus manos, qué necesitaba para sentir placer. Hacer el amor con él, era como bailar con Fred Astaire. Te agarraba de la cintura y parecía que volabas. Era muy generoso en el amor. Había mucha química entre él y yo».
Instensidad
Lou Paget, sexóloga de la American Association of Sexxuality EducatorsCounselors and Therapists (AASECT) afirma en un libro que son múltiples los tipos de orgasmos, entre ellos, el ojogasmo, manteniendo el contacto visual; el flangasmo (dejar todo el cuerpo blando como un flan). Y los que son más cómicos que cósmicos. Manuel Lucas añade «hay quien denomina el clímax del Bonsái, de mucha intensidad, pero breves, que no despiertan a los niños, o los estereofónicos, en los que llegan los dos a la vez».
Para los incrédulos, la respuesta del experto es que «el orgasmo es muy subjetivo y difícil de definir. Hemos impuesto la obligación de “orgasmear” porque, si no, parece que no hemos cumplido con nuestra meta». De ahí que «seis de cada 10 féminas hayan simulado un orgasmo por quedar bien y para que la dejen tranquila», matiza.
Respecto a los gemidos, Abraham, de 26 años, cuenta que «no suelo gemir, rara vez lo he hecho. Muy pocas personas han conseguido que lo hiciese. En el caso de ellas, no es algo que considere necesario, pero he de reconocer que sí me gusta. ¿Quién no disfruta al hacer disfrutar? Aunque como todo, en su justa medida, muchas personas desvirtúan el encanto de lo que podría ser en mi opinión, un aliciente». Sin embargo, y pese a tanta lección, todavía hay quien se pregunta: ¿qué es un orgasmo? Pero la pregunta más adecuada sería dónde se siente. Y la variedad es impresionante. Los puntos de estímulo del cuerpo producen mucha excitación «y no lo sabemos porque tenemos muchos bloqueos a nivel corporal. Del abecedario de puntos erógenos, el más importante es el punto “P”, el de la piel».
En cuanto a ellos, el clímax no tiene que ir necesariamente acompañado de la eyaculación. «Aunque es difícil alcanzarlo, no hace falta eyacular siempre». Además, también disfrutan de una amplia gama de modalidades. Desde el clásico del coito, al oral, al manual o al anal.
http://www.larazon.es/noticia/6305-las-mil-caras-del-orgasmo