Resulta curioso el entramado que vamos formando, a lo largo de nuestras vidas, en las relaciones con la gente que nos rodea. Me refiero a la gente importante, a la que quieres, a la que echas de menos, aunque no se lo digas. A la que, insistes en faltar a la verdad – qué bonito eufemismo para no mentar la palabra mentira-, imaginando, pensando, sintiendo, que es lo mejor que puedes hacer. La mentira piadosa es otro de esos recursos que, nos enseñan a usar para escudarnos tras actos más o menos vergonzosos o vergonzantes.
Resulta curioso que podamos presumir de “engañar” a Hacienda públicamente y nadie lo encuentra reprobable, más bien al contrario y sin embargo, no podemos hablar de determinados temas sin sentirnos violentos. O creernos que, vamos a violentar a nuestros interlocutores.
Resulta curioso, si tienes tiempo para pensar en ello, cómo subestimamos a los que más amamos, pensando en protegerles –cómo si lo necesitasen-, cuando en realidad nos vamos cargando de un lastre total y absolutamente innecesario. He aprendido que, soy una gallina demasiado celosa de sus huevos y polluelos. Que veo huevos y polluelos donde hay gente madura de pensamiento. Libres por defecto, cuando tú les considerabas pobrecitos pollitos necesitados de protección.
Resulta curioso, por lo menos para mí, tener tiempo para pensar. Un día suele atropellar al siguiente, muriendo atropellado por el anterior. Y así, no hay quién piense. Y he descubierto que soy una mala gallina. No supe incubar mis huevos como se debe hacer y tampoco he sabido ver cuán mayores, eran ya, esos pollos convertidos en gallinas y gallos, más valientes y responsables, más libres y más maduros, más sinceros y con menos prejuicios que, lo que esta infeliz gallina, podía creer.
Es cierto que, la curiosidad mata al gato y siempre me han gustado los gatos, me siento unida a ellos por su insolencia e independencia.
Quienes me conocéis, sabéis que la insolencia es un punto que no me favorece pero que suelo gastar. La independencia ha sido mi bandera. Juntas ambas “cualidades” y tienes delante a un ser insoportable. Es así. Es lo bueno de conocerse. Y, aún así, conociéndose uno de manera más o menos profunda, no acabas de atinar con las estupideces que los demás, aquellos que te aman, tienen que soportar año tras año de ti.
Los árboles no permiten ver el bosque. Yo no he sabido ver muchas cosas que eran obvias. Actos que sucedían a mi alrededor que, por pudor, vergüenza, falsa sensación de control, tratas de ocultar y falsear. Y esos árboles, no te permiten ver el bosque que, se convierte en el socavón tremendo que provocas a tu alrededor y que te aleja de los tuyos sin remisión. Bueno, no, con remisión. Que dejar de querer, no es una opción. Cuando es de verdad, se ama para siempre.
Mi madre suele rezar, -la sangre, nunca se vuelve agua-. Y debe ser verdad. He ganado mucho estos días. He ganado a gente muy muy querida que, creía fuera de mi entorno emocional y he perdido aquello por lo que más he luchado y a quién más he amado, amo y amaré. Las emociones nos confunden, más que la noche al pobre Dinio, y si por un lado, me siento bien por aquello que de bueno me ha regalado esta vida, por otro, el alma se rompe de puro dolor. Ese dolor que te paraliza y te sacude. Que te impide llorar, aún cuando tus ojos no sienten más que, lágrimas inundándoles. Cuando el dolor no es físico, cuando no hay una herida sangrante y lo que se te derrama no es un líquido viscoso, si no tu alma partida, tu vida porque no quieres vivirla, tu aliento porque a quien más deseas dárselo, lo esquiva, cuando eso sucede, no hay luz al final del túnel. El dolor duele. Sé que suena a perogrullada, amigos, pero el dolor intenso del alma, no es comparable a ningún dolor físico. El dolor duele. Y no remite. Con nada. Se mitiga apenas. Un poquito, para permitirte respirar. Y así sigue. Más insolente que yo. Más independiente que yo. Recorriendo mis entrañas como yo puedo recorrer las calles de mi ciudad.
Respirar cuesta lo suyo a veces, pero hay que seguir. No quedan más bemoles. Hay que seguir. Árboles y bosque. Cuesta arriba te agotas, cuesta abajo ruedas. Los ríos que te vas encontrando se desbordan y las lluvias provocan inundaciones. Los vientos, huracanes. Las hogueras crean incendios devastadores. Y te dicen que sigas. Que, vale la pena. Que todo, vale la pena por ti. Cuando tú, te sientes nada, una hoja caída, mojada, pisada y finalmente quemada en la hoguera inicial.
Dicen que, erré en mis apreciaciones sobre lo que es, realmente importante. Dicen que el camino es largo y me siento hundida al pensar cuánto me queda aún por recorrer y vagar. Dicen que no es mi culpa, si no supe hacerlo mejor. Dicen que, yo no puedo controlarlo todo. Dicen que, soy demasiado exigente conmigo misma y por ende, con el resto de los humanos que intentan convivir conmigo. Dicen que soy fuerte y no saben que mi saquito de la fuerza, quedó vacío hace años. Dicen que debo tener fe y desconocen que, la única fe que me queda es, ninguna. Dicen…y lo dicen todos con tal seguridad y unanimidad que, deben llevar razón.
Sigo, continúo, muerta en vida o viva en mi muerte de dolor y pena. Enferma de tristeza. Con el corazón encogido y expectante. Sin fe ni esperanza. Con el dolor recogido del universo donde nace, desde el mismo momento en el que emerge y sintiendo cómo crece y arraiga. Cómo va destrozando cuánto encuentra a su alrededor, sin miramientos. Que para eso es más fuerte que una.
Afortunadamente, cuento con lo que, muchas personas no tienen. Apoyo. El apoyo de los MÍOS. Aquellos que, siempre han estado y siguen estando, pase lo que pase. He sido insolente y soberbia. He dañado a los que quiero y no se lo merecen. He actuado de modo irresponsable y he causado dolor. Lo sigo haciendo. Y pido perdón, humilde y sincero perdón a todos los que estáis, habéis estado y estaréis aquí, conmigo. En mi corazón y mi alma, ahora maltrechos y descompuestos, arrugados y envejecidos prematuramente, pero que, prometo intentar reavivar, recomponer, alisar y rejuvenecer por mí, por vosotros y por quién más amo.
Os doy las gracias más sinceras por ser mejores que yo. Por responder mejor que yo. Por ser más humanos que yo. Por enseñarme. Por quererme. Por cuidarme. Por ayudarme.
Y a ti, que ahora ya no estás, sólo te diré una frase más. T´estimo molt!
Gracias a todos. De momento, regreso a mi exilio.
Paula