Mao dijo que las mujeres sostienen la mitad del cielo y dos periodistas de EE UU han querido demostrarlo con sus relatos
Mujeres anónimas de todo el mundo. Agredidas, agresoras, víctimas o carceleras. Son las protagonistas de La mitad del cielo (Duomo), un libro de Nicholas D. Kristof y su esposa Sheryl Wudunn, dos periodistas estadounidenses.
Él trabaja aún como columnista de The New York Times, y ella ha trabajado para las revistas Time y The New Yorker.Durante muchos años, casi toda su carrera, el matrimonio ha viajado a los rincones más remotos del mundo para buscar historias, pequeños relatos de mujeres que han sabido superar el miedo, la tradición, la violencia o la falta de educación y se han convertido en personas clave de su comunidad.
El libro, que recupera precisamente para el título una frase de Mao -«Las mujeres sostienen la mitad del cielo»- muestra el rosario de todas las injusticias que quedan aún por abordar, todo lo bueno que se ha logrado, y la labor de personas como las de la Asociación de Mujeres Trabajadoras por Cuenta Propia se fundó en la India en 1972, o la Global Fund for Women, dirigido por Kavita Ramdas, que ha apoyado desde 1987, más de 3.800 organizaciones de mujeres en 167 países.
Tres de los testimonios del libro:
Srey Momm:
«Nunca miento pero a ti te mentí, dije que nunca regresaría, pero regresé»

Momm en su habitaicón en el burdel de Poipet.
ADN.es
Srey Momm vivía en un burdel de Poipet, en Camboya y llevaba cinco años ejerciendo la prostitución forzosa hasta que conoció a Nicholas D. Kristof. Tras entrevistarse con la chica y contar ella los malos tratos a los que la tuvieron sometida durante todo ese tiempo acordaron comprársela al dueño del prostíbulo y de la vida de Srey Momm por 203 dólares, que firmó el recibo de compra correspondiente.
La niña se había escapado de casa y pensaba que después de tantos años su familia ni siquiera la conocería. No fue así, llegó a su pueblo y los suyos la acogieron como si no hubieran pasado los años. Kristof, además, le entregó unos pocos dólares para que pudiera emprender un pequeño negocio en un puesto de carne del mercado y la puso bajo la tutela del American Assistance in Cambodia.
Una semana después llegaba la noticia de que la joven había escapado de casa para regresar el burdel de Poipet. Era adicta a las metanfetaminas desde que ejercía las prostitución -es práctica común obligar a las chicas a consumir drogas para que sean más complacientes con los clientes- y su síndrome de abstinencia le parecía insufrible.
«Nunca miento pero a ti te mentí, dije que nunca regresaría pero regresé», le confesó aturdida la joven a Kristof.Por dos veces salió del burdel y otras dos regresó. Con los años el precio que los hombres pagaban por ella cayó a 1,5 dólares por sesión y se convirtió en carcelera de una adolescente de 16 años que, como ella, fue vendida al burdel.
Pero el destino quiso que Srey Momm no acabara en el prostíbulo: hubo una redada policial -de las pocas que hay en el barrio- y la chica fue liberada. Además, los sobornos que exigía la policía eran demasiado altos para la propietaria del burdel y ya no le salía a cuenta.
Mijtar Mai:
«La opción de una mujer humillada es el suicidio. La violación las mata»

Mujtar Mai con sus alumnas en la primera escuela que construyó.
ADN.es
Mujtar Mai, hija de una familia campesina de Meerwala, al sur del Punjab (en Pakistán) fue condenada por la asamblea tribal a ser violada por cuatro hombres de un clan superior, los mastoi. Éstos habían secuestrado al hermano de Mujtar Mai de sólo 12 años para abusar de él, pero como las violaciones a chicos están mal vistas pergeñaron una estratagema para salir del atolladero: dijeron que el chico había deshonrado a una niña del clan y querían venganza.
«Saben que a una mujer humillada de ese modo no le queda más opción que el suicidio. No necesitan siquiera usar sus armas. La violación las mata«, escribió años más tarde Mujtar Mai.Tras la violación, la joven no se arredró y fue a denunciar la violación a la policía, que encerró a los atacantes. El entonces presidente del país Pervez Musharraf se solidarizó con la chica y le entregó 8.300 dólares en compensación, que Mujtar Mai usó para construir una escuela en su pueblo.
Fama internacional
Los periodistas occidentales escribieron sobre la joven y en poco tiempo logró 430.000 dólares en contribuciones canalizadas a través de Mercy Corps. Y sin embargo, los problemas llegaron en este momento.
Aprovechando el espacio que le brindaba la prensa, Mujtar Mai denunció las violaciones por honor y los servicios de inteligencia presionaron a la chica y la policía que estaba en la casa para protegerla, empezaba a amenazarla.
Hasta que Musharraf decidió que ya tenía suficiente y secuestró a la joven, que sólo fue liberada por la presión de la entonces secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, al régimen amigo.Años después, había construido una red de escuelas y creó su propio grupo de ayuda, la Mujtar Mai Women’s Welfare Organization que mantiene en activo 24 horas al día, un teléfono para mujeres maltratadas, una clínica y un refugio para víctimas de la violencia.
El Gobierno siguió hostigando a la joven pero tantos años después, Mujtar Mai sigue con su proyecto y Musharraf es (mala) historia.
Dai Manju:
«Mis padres me pidieron que dejara de estudiar»

Daj Manju, delante de su escuela en China, junto al director.
ADN.es
Los padres de Dai Manju, en una zona rural de China, no habían aprendido a leer ni escribir, y tampoco veían la necesidad de que una niña que se pasaría la vida trabajando en el campo se educara.
Además, la cuota anual de la escuela eran 13 dólares.Cuando Dai Manju empezó sexto de primaria le obligaron a dejarlo. «Como soy la mayor mis padres me pidieron que dejara de estudiar y que los ayudara con las tareas de casa», relata. Pero la niña quería estudiar y de vez en cuando se acercaba a la escuela donde escuchaba las explicaciones de los profesores, que la mimaban y le regalaban lo que podían -trozos de papel, algún bolígrafo…-.
Nicholas D. Kristof y Sheryl Wudunn escribieron en 1990, en la prensa americana, la historia de la niña y un lector les envió 10.000 dólares para financiar la educación de la niña. Ese dinero fue entregado a los mayores del pueblo que acordaron dejar que la niña estudiara. Y lo hizo. Estudió toda la secundaria y se matriculó en una escuela de contabilidad. Poco después logró trabajo en la provincia de Guangdong y pasaba dinero a sus padres que pudieron cambiar el chamizo en el que vivían por una casa de cemento, y ahora tienen agua corriente, electricidad y hasta un ventilador.
Educación contra injusticias
Los padres de Dai Manju se dieron cuenta de que la mejor manera de salir de la pobreza extrema es a través de la educación de las niñas. Según los autores del libro «la escolarización suele ser una condición previa para que las niñas y mujeres se rebelen contra la injusticia».
http://www.adn.es/lavida/20110307/NWS-1498-mujeres-libro-kristof-wudunn.html