En estas últimas semanas en las que, el trabajo en equipo ha sido una constante,
me doy cuenta de lo mucho que necesito a mis amigas putas.
Sea porque pasé días sin verlas, sea porque viajaron, o porque viajé yo, o porque la vida atropella día tras día tu vida, sin consideración alguna, no puedo vivir sin mis amigas putas.
Claro que tengo a mis amigas de toda la vida, ésas que han estado a tu lado, aún cuando no lo deseaban, aún cuando te maldecían los huesos. Pero siempre se han mantenido firmes y a tu vera. Y las amo con toda mi alma, porque son los puntales de mi vida, pero las putiamigas son ésas zorras que te comprenden sin hablar,
que te ven sin mirarte, que te escuchan sin oírte y que, cuando te dan un abrazo, sientes su fuerza, su energía, su fuerza y su unión contigo.
-Te odio-, me ha dicho una de ellas esta misma tarde.
Y he sido feliz, porque no podía haber más amor en esa pequeña frase.
Supongo que moriré de viejita junto a mis putiamigas, que nos sentaremos a tomarnos un jerez o un tequila y nos reiremos del mundo, de las abos que pretendían jugar a que nos amargaban la vida, de los clientes que creían que eran los mejores amantes o los más guapos del universo, o de esa vez que… Sí, nos reiremos, porque la vida nos la pone dura y nosotras se la mamamos hasta que quede exhausta y resultemos triunfadoras.
Mi vidaputa y mis putiamigas a mi lado.
Francamente, necesito muy poco más para ser feliz.