Para disfrutar del sexo la pareja se debe ver como amantes | El buen sexo no sólo da placer sino también autoestima y armonía
La crisis lo está poniendo todo patas arriba, incluso nuestra vida sexual. Y los españoles nos debatimos entre dos prácticas: el sexo entusiasta y el sexo desconsolado. Parece que este último gana por goleada
¿Sexo contra la crisis o sin sexo por culpa de la crisis? Psicólogos, sexólogos y otros profesionales de la medicina no acaban de ponerse de acuerdo en cuál es nuestro comportamiento mayoritario entre las sábanas en los últimos dos años tras el estallido de una crisis que parece no tener fin. Si bien es cierto que las consultas a especialistas para solucionar la falta de apetito sexual han aumentado desde el inicio del tsunami económico, no lo es menos que una parte de la población se ha apuntado a la terapia-pasión y ha redescubierto el buen sexo, un antídoto perfecto contra la crisis, porque «no podemos olvidar que la dopamina liberada en una relación sexual gratificante actúa de recompensa, disminuye la ansiedad y aumenta la autoestima», establece Francisca Molero, directora del Institut de Sexologia de Barcelona y presidenta de la Societat Catalana de Sexologia.
Para los españoles, el sexo es cuestión de vital importancia, a tenor de las encuestas realizadas en los últimos años. Y su trascendencia va en aumento. Según un estudio elaborado en el 2004 por la Federación Española de Sociedades de Sexología, un 77% de los hombres reconocía darle mucha o bastante importancia al hecho sexual, frente a un 58% de las mujeres. Y en la primera Encuesta Nacional de Salud Sexual 2009 del Ministerio de Sanidad, el 86% de ellos y el 78,5% de ellas estaban de acuerdo en que la sexualidad es necesaria para el buen equilibrio personal. El sexo (léase siempre buen sexo) nos regala, además de placer, armonía y autoestima, claves de la felicidad según los expertos, porque «la buena sexualidad está relacionada con una buena vida», en palabras de Montserrat Calvo, psicóloga clínica, codirectora del Institut Ret de Barcelona y autora del libro Sexualidad atlética o erotismo. Descifrada su relevancia, en estos convulsos tiempos de recesión los españoles nos entregamos al deleite sexual desplegando dos tipologías antagónicas: la del sexo entusiasta y la del sexo desconsolado. La primera, tan gratificante como estimuladora a la hora de capear el temporal; la segunda, tan insatisfactoria que a la quiebra económica podemos acabar sumando la ruina de nuestra relación.
Más y mejor sexo «Sé que puede parecer absurdo, pero desde que me despidieron de la empresa para la que he trabajado los últimos ocho años me siento otra persona. Estoy más relajada, hago lo que no he podido hacer hasta ahora y disfruto más de todo, sobre todo de mi hija y de mi marido», narra Ana (nombre ficticio) con una sonrisa que se acentúa cuando menciona a su esposo. Se encuentra en el paro desde el pasado mes de enero –dos días antes de cumplir los 39– y tras el golpe inicial, explica, «decidí empezar a nadar, sin prisa pero sin pausa. Estoy haciendo un máster, estoy al lado de mi familia, me gusta lo que me está pasando y tengo tiempo por delante, porque el paro se acabará en el 2012. Entonces ya veremos…».
¿Y el sexo? «Quizás no se comprenda demasiado, debido a la situación, pero ¡mucho mejor que antes!», exclama. «Ahora tengo tiempo y estoy descansada, ya no pienso «venga, uno rápido que son las doce y me levanto a las seis». Antes, y con permiso de la niña, el fin de semana era casi el único momento posible para disfrutar del sexo, aunque, vista la experiencia actual, aquello no sé si era disfrutar», evalúa.
Con toda probabilidad, Ana pertenecía a ese grupo de personas cuyas elevadas dosis de estrés les impedían, mientras trabajaban, disfrutar del sexo. «Son personas que trabajan mucho, van al gimnasio, cuidan de la casa y los fines de semana tienen miles de compromisos sociales. Además, cuando van de vacaciones o de fin de semana lo han de aprovechar todo. De esa manera es imposible tener tiempo para el sexo. No han pensado en él, no le han dado prioridad porque el éxito social, laboral y económico les gasta toda la energía», analiza Francisca Molero. Disminuido el grado de ansiedad, aunque no eliminado, Ana se ha reencontrado con su sexualidad en una ocasión que puede parecer la menos propicia; sin embargo, declara rotunda: «Es mi momento y, vistos los resultados, no voy a desaprovecharlo». La crisis le restará caprichos o hará que se apriete el cinturón, pero le ha devuelto una sexualidad entusiasta que su marido también contribuye a impulsar: «Él está encantado. Hace un tiempo planificábamos fines de semana gastronómicos, ahora ya se plantea salidas con otro tipo de comilonas…», relata.
Un antídoto eficaz Un 45% de las mujeres españolas considera que menos estrés mejora la satisfacción sexual, según el informe Durex sobre Bienestar Sexual (2007-2008), y diversas teorías afirman que una cantidad adecuada de inquietud puede ser buena para nuestra relaciones sexuales, porque produce la adrenalina suficiente como para aumentar el deseo sexual. «Las personas que tienen una buena cohesión social, que se sienten «protegidas», y experimentan unas dosis de ansiedad y preocupación que no son muy altas suelen tener una mayor frecuencia en sus relaciones sexuales, sobre todo si se lo pasan bien», reflexiona Francisca Molero. El desasosiego no es incompatible con el sexo siempre que se dé en su justa medida, «porque, con la que está cayendo, estresados estamos todos, pero no hay que perder de vista el lado positivo. El sexo es gratis y no paga impuestos, ¡no le va a influir la subida del IVA! Además, a mí por lo menos me hace sentir más deseada, más atractiva, más fuerte», confiesa Ana, quien, sin duda, pertenece no sólo a la tipología de sexo entusiasta, sino también a la de aquellos que han sabido gestionar positivamente los cambios derivados de la crisis y «se han adaptado mejor a ella, aquellos que se valoran por lo que son y no por lo que tienen, que se mueven por preferencias y deseos y no por exigencias o falsas necesidades», sostiene Montserrat Calvo.
Un óptimo gobierno de las transformaciones nacidas de la crisis requiere, según los especialistas, la valoración y la buena administración de nuestras aptitudes y nuestro tiempo. Y en la cama, el tiempo el esencial. Más tiempo es sinónimo de mejora en nuestras relaciones, según la encuesta Durex sobre Bienestar Sexual. Más tiempo deriva en un mejor conocimiento de nuestros cuerpos, de cómo dar y recibir placer. Más tiempo nos permite gozar del romance y aumenta el nivel de comunicación con nuestra pareja. Más tiempo, en definitiva, desemboca en relaciones sexuales apasionadas y altamente placenteras, todo un antídoto contra la crisis, «porque el buen sexo desestresa, otorga equilibrio a tus emociones, además de aumentar las defensas del sistema inmunológico», completa Calvo, en sintonía con su colega Molero, para quien «sentirte deseado, tocado, acompañado, es un antídoto estupendo. También la masturbación o en algunos casos el sexo rápido pueden servir como válvula de escape a la ansiedad y ayudar al bienestar». Sus opiniones coinciden con las conclusiones de un reciente estudio publicado en la revista Psychosomatic Medicine que establece que quienes tienen un contacto físico diario con su pareja no ven acrecentado su estrés.
La tipología de sexo entusiasta podría quedar corroborada, también, por otros valores en alza no sólo en España, sino también en otros países. En Estados Unidos, cuando bajaba la bolsa subía el sexo. Y también en Inglaterra. Los conciudadanos de Obama contribuyeron a que la venta de preservativos aumentara hasta un 6% en enero del año pasado; y los súbditos de la gélida Isabel II, algo más tacaños, han adoptado el sexo como su pasatiempo favorito para no gastar dinero, según un estudio de YouGov. Los españoles, ¿más desinhibidos?, nos hemos decantado por las tiendas especializadas en juguetes eróticos (un 19% los considera importantes para el placer sexual, como indica el informe Durex), porque sus ventas han crecido (casi un 20% en la Comunidad de Madrid desde que empezó la crisis).
Amantes sin aliento Frente a los que han redescubierto el buen sexo gracias a la crisis asoman aquellos que han visto enterrado su deseo bajo los escombros del revolcón económico. Forman parte de una numerosa legión de amantes desconsolados para los que la situación es tan difícil que ni la caricia consuela. «Intentamos echarle humor y decimos que nuestro amor, ahora, es espiritual», explica apesadumbrado David (también nombre ficticio). «Hace más de un año que no conseguimos un hat-trick semanal –término utilizado, por ejemplo, en fútbol cuando el deportista consigue marcar tres goles– y es descorazonador. Pero no estoy ni para jugar un partido a la semana», acepta con resignación este comercial de 48 años que se medica contra la depresión desde hace uno. David reconoce, incluso, que ni siquiera despiertan su deseo las mujeres más sexys del mundo: «Quiero muchísimo a mi mujer, pero no tengo ganas de nada. ¡No me acostaría ni con Angelina Jolie!». La incertidumbre, el miedo y la ansiedad en altas dosis acaban con el impulso de cualquiera. «Si las preocupaciones son muchas, el sexo deja de ser una prioridad. Además, los antidepresivos disminuyen la libido y alteran la respuesta orgásmica. En estos casos se tiene una menor frecuencia sexual», analiza Francisca Molero.
Esa sensación de haber perdido la libido entre los cascotes del terremoto financiero parece estar afectando a un buen número de personas, aunque los más acongojados son los hombres. La cultura y la biología han jugado en contra de las mujeres, que han vivido siempre con altibajos en cuanto al deseo sexual se refiere: los tratamientos antidepresivos han sido prescritos, hasta ahora, a un mayor número de ellas, los cambios hormonales provocan una sexualidad variable, la educación las había alejado hasta hace unas décadas del placer y algunos médicos sin visión rasgaban su vagina durante el parto o practicaban histerectomías sin tener en cuenta sus futuras relaciones sexuales. Un panorama, el femenino, poco alentador si además tenemos en cuenta que «el principal problema del deseo en la mujer tiene que ver con que no piensa en sexo y si no se piensa en algo es difícil desearlo. No le dedica tiempo porque está ocupadísima y cuando se quiere poner está cansada. Si se pensara más, se iría activando el deseo», observa Molero.
Tocados y hundidos Y mientras en las mujeres la falta de deseo viene de lejos, los hombres han visto en los últimos tiempos como el estrés y el cansancio azotaban su orgullo sexual. Ellas empezaron a hablar de sus problemas con amigas y con especialistas –psicólogos y ginecólogos– hace tiempo: «Siempre hemos tenido más facilidad para pedir ayuda. No nos avergüenza ni nos sentimos humilladas por ello», manifiesta Montserrat Calvo. Ellos raramente comentan sus problemas sexuales. Es su secreto mejor guardado: tienen que mantener el tipo ante las mujeres… y ante sus iguales. Pero la situación empieza a cambiar. Según varios especialistas, el goteo de hombres por las consultas médicas no cesa y suelen acudir mayoritariamente a médicos de familia y urólogos, según la Encuesta Nacional sobre Salud Sexual 2009. «La falta de deseo en la actualidad es un problema que afecta tanto a hombres como a mujeres. De hecho, en las mujeres ha sido un trastorno con cierta prevalencia que, aunque lentamente, tiende a la baja; en los hombres, la prevalencia en la población aumenta», describe el psicólogo Pere Font, director del Institut d»Estudis de la Sexualitat i la Parella.
¿El mito del español siempre a punto se derrumba? Al margen de las disfunciones biológicas, el universo masculino parece ponerse patas arriba debido a la crisis y «a los cambios sociales de las últimas décadas. Ese modelo español pertenece a otra época, aunque siempre hay quien todavía, a nivel funcional, no se ha incorporado mentalmente al siglo XXI «, explica Font. El cansancio, el estrés, la ansiedad, la toma de antidepresivos y el miedo a no dar la talla convierten en amantes apáticos a los que fueron fogosos compañeros de juegos sexuales. Los que trabajan lo hacen más horas y más presionados y llegan a casa arrastrándose sin quitarse de encima el miedo a perder el empleo. Los que lo han perdido pueden pasarse el día dándole vueltas al Euribor, revisando el coste del colegio de los niños o las facturas del hogar, amén de verse realizando funciones que tradicionalmente no les han sido propias, como las devaluadas tareas domésticas. Demasiada presión acaba por enterrar la pasión. «Y es que la ansiedad es al deseo lo que el plomo a las perdices», compara Montserrat Calvo. Además, los expertos coinciden en señalar que si el hombre siente que ha fallado y no busca ayuda acaba de perder el impulso porque no quiere volver a exponerse a la misma situación. Y a modo de perversa espiral, cuanto menos sexo, más estrés, y cuanto más estrés, menos ímpetu. El resultado puede dar al traste, incluso, con nuestra relación: «La falta de deseo nos afecta, sobre todo, si tenemos pareja. Si la persona tiene pocas ganas, se siente culpable de no poder satisfacer las necesidades de su pareja y muchas veces tiene relaciones porque se obliga».
El resultado es que la respuesta sexual no es satisfactoria y hará que se sienta peor después de la relación o la evite. El compañero o compañera, entonces, se siente inseguro, no deseado, aparecen las dudas, la incomunicación y pueden acabar teniendo problemas de pareja», detalla Francisca Molero.
A pesar de todo, los españoles, entusiastas o desconsolados, consideramos el sexo como algo primordial en nuestras vidas y ni la crisis impide que un tercio se sienta muy satisfecho con su vida sexual y más de la mitad bastante satisfecha.
HOMBRES Y MUJERES FRENTE A LA APATÍA
Que hombres y mujeres vivimos el sexo de forma diferente es un principio aceptado universalmente. ¿Pero cómo vivimos la inapetencia sexual? Según Pere Font, psicólogo y director del Institut d»Estudis de la Sexualitat i la Parella, «para los hombres la falta de deseo implica un incumplimiento de su mandato como hombre: satisfacer a su compañera sexual. De hecho, a veces el malestar es tan insoportable que establece la causa fuera de sí mismo: mi pareja ya no me motiva, no soy yo, es ella».
Las mujeres, en cambio se sitúan en el centro del conflicto, «el problema soy yo», y no culpan al otro. «Además, mientras el hombre suele pensar que la situación es transitoria, «ya pasará, es sólo estrés», la mujer está convencida de que el problema es que ella no es normal», concluye Font.
En muchas ocasiones la falta de deseo femenino emana de la cultura y de las oscilaciones hormonales. En los hombres «el cambio es más chocante y más doloroso. Por eso nosotras aceptamos mejor el envejecimiento. Los hombres buscan relaciones que los rejuvenezcan», determina Montserrat Calvo, psicóloga clínica y codirectora del Institut Ret. La falta de deseo se atribuía a edades maduras, tanto en ellos como en ellas. En los últimos años, sin embargo, «se encuentra clínicamente en un margen que puede comenzar sobre los 35 o 40 años, aunque no es raro encontrar parejas que ya lo manifiestan desde la década anterior», establece Font.
Son hombres y mujeres en una edad de plenitud sexual atrapados por las preocupaciones y las presiones sociales y laborales. «El estrés y el cansancio acaban con el sexo, con crisis o sin crisis. Para disfrutar del buen sexo la pareja se ha de ver como amantes, no como padres o trabajadores, y para eso necesitan dedicarle al sexo tiempo y espacio», anota Calvo.
FRECUENCIA 35%
El 35% mantiene relaciones sexuales cada dos o tres días y el 31% una vez a la semana. Sólo en torno a un 3% practica sexo cada día.
SIN RELACIONES 22%
El 22% de las españolas no tuvo relaciones en 2008 frente al 12% de los españoles. El principal motivo entre ellas ha sido la viudedad y entre ellos, la falta de deseo.
QUIEREN MÁS 45%
A los hombres les gustaría tener relaciones con más frecuencia en un 45% de los casos, casi el doble que a las mujeres.
UNA SOLA PERSONA 76%
El 76% de los hombres mantienen relaciones con una sola persona. En el caso de las mujeres la cifra sube hasta casi el 90%.
SATISFACCIÓN 1/3
Un tercio de la población española afirma estar muy satisfecha con su vida sexual. El 54% de los hombres y el 52% de las mujeres dicen estar bastante satisfechos.
POCO COMPROMISO 1/2
Casi la mitad de las mujeres y poco más de un 30% de los hombres quieren amar y ser amados.
SIN PROBLEMAS 74%
El 74% de la población no se ha sentido preocupada por su vida sexual
MEJOR DE NOCHE 31%
Solemos mantener relaciones sexuales los fines de semana (31%) y por la noche (65%), especialmente en el dormitorio (93%)
NO HACE FALTA AYUDA Preguntar
Cuando ha tenido algún problema, la mayoría no ha pedido ayuda. Los que sí lo han hecho acudieron a urólogos y médicos de familia, los hombres, y a psicólogos y ginecólogos, las mujeres.
MUY COMÚN Caricias
Los besos, las caricias y el sexo vaginal son las prácticas más frecuentes entre los que sí las tuvieron.
SIN EXPERIENCIA Deseo
Lo que más les preocupa a los hombres es la falta de experiencia y no tener pareja sexual. A las mujeres, la pérdida del deseo, sobre todo entre los 45 y 64 años.
http://www.lavanguardia.es/gente-y-tv/noticias/20100821/53985347631/recesion-en-la-cama.html